Valeria, la niña de 11 años violada y asesinada en una combi en Ciudad Netzahualcoyotl, es una víctima más de la impunidad que se deriva de la indiferencia de las autoridades encargadas de la seguridad y la impartición de justicia.
Los humanos por naturaleza no somos perfectos, sin importar en qué lugar del mundo vivamos. Unos somos menos malos que otros, pero la maldad existe. La mayoría tenemos una cierta dosis de maldad y otra de bondad para ayudar al prójimo. El balance entre ambos atributos es lo que determina nuestro grado de calidad moral personal.
Sin embargo, ¿por qué hay países con bajo índice de violencia y en otros está desbordada?
Seguramente no es la perfección de su gente, sino la calidad moral de su sociedad y de su gobierno la que logra controlar la violencia y el delito. Cuando el castigo es alto y con pocas o nulas posibilidades de evadirlo, es cuando se reprime el delito.
¿Por qué el chofer de la combi secuestró a Valeria, la violó y la mató? Pues con toda seguridad tenía la certeza de que no sería castigado. Quizá amigos suyos, gente cercana o hasta él mismo ya habían cometido alguna vez el delito de violación sin pisar la cárcel. Eso le estimuló a hacer lo que hizo.
Relata Jaqueline Ortiz, la madre de esta niña, que cuando acudió a las autoridades unas horas después de haberla buscado, los funcionarios con indiferencia le sugirieron que esperase a que regresara después de ver al novio.
Primeramente, la oportunidad que ofrece la vulnerabilidad de la víctima es la que estimula el abuso o la violencia. Después el conocimiento que tiene el agresor de que no será castigado. Esta fórmula de oportunidad más impunidad es la que estimula el delito.
¿Por qué razón un país que hasta el año 2000 tenía una altísima tasa de delitos violentos, violaciones sexuales e impunidad, como lo es la República de Singapur, en corto tiempo se convirtió en un país totalmente seguro?.
Al llegar al poder Lee Hsien Loong en 2004, instrumentó medidas drásticas contra los delitos. La violencia era extrema. Los saqueos a las tiendas eran continuos y un alto índice de agresiones sexuales.
En el año 2000 había 500 mil reos en un país que hoy apenas hoy tiene cinco millones y medio de habitantes. Esto significaría que uno de cada diez pobladores estaba encarcelado. Seis meses después, sólo quedaban 50 reos.
Para frenar ese desorden se instrumentó la pena de muerte y el trabajo forzado para los criminales, violadores y narcotraficantes.
Hoy no existe narcotráfico, pues lo primero que percibe el turista al bajar del avión son posters que informan que ingresar droga al país se castiga con la pena de muerte. Lo primero que se entera uno en el aeropuerto es que no hay impunidad para los delitos.
Sobre las calles, en cada esquina hay cámaras de video vigilando lo que sucede. Hasta el tráfico vehicular es ordenado y nadie se atreve a violar el reglamento de tránsito.
¿Qué hizo que uno de los países más violentos de Asia hasta hace quince años, hoy se volviera totalmente seguro? Cero impunidad y además poner al máximo el castigo. El riesgo de delinquir es tan alto que la gente lo evita.
¿Dónde están todos los que delinquían o practicaban la corrupción?. Definitivamente hoy se comportan de forma correcta y seguramente son ciudadanos ejemplares.
La corrupción gubernamental en Singapur también se castiga con la muerte.
Entre los beneficios obtenidos por los pobladores de este país es que tiene una economía tan poderosa que su PIB per cápita (por persona), es siete veces mayor que el de México. Singapur tiene un PIB de 53,000 dólares per cápita contra 8,000 de México. Por tanto, el desarrollo y las oportunidades de una vida digna para absolutamente todos los ciudadanos depende del control de la violencia y los delitos a partir de abatir la impunidad e incrementar el costo del delito para evitar que los delincuentes cometan fechorías.
El índice Global de Impunidad que desarrolló la Universidad de Las Américas, de Puebla, ubica a México en el rango más alto: Filipinas, México, Colombia, la Federación de Rusia y Turquía encabezan la lista de países con mayor impunidad, o sea, que los delitos no llegan a ser castigados.
Por tanto, homicidios tan sensibles como el de Valeria, se seguirán repitiendo y quizá el número crezca, pues la impunidad genera delincuencia como si fuera bola de nieve. Como se sabe que no hay consecuencias, es fácil tomar la decisión de ingresar a la delincuencia e infringir la ley. Mientras tanto, la ciudadanía ha perdido la capacidad de asombro y ve con indiferencia asesinatos como el de Valeria. Por tanto, colectivamente, como sociedad, nos convertimos en cómplices.
Lo primero que debemos exigir a los candidatos presidenciales en 2018 es un compromiso de combatir el delito, la violencia y la impunidad. Después de eso, que prometan lo que quieran.
¿Usted cómo lo ve?
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